Interesante articulo del cantante y exlider del mitico grupo de rock catalan Sopa de Cabra, Gerard Quintana, que publican hoy en el periodico. Clickando en la imagen accedereis al articulo original.
Esta misma semana el Parlament deberá pronunciarse en contra o a favor de la prohibición de las corridas de toros en Catalunya, gracias a la iniciativa legislativa popular (ILP) para la abolición de la tauromaquia, impulsada a través de la plataforma Prou. Pero el voto de los diputados será secreto, e incluso PSC y CiU han dado libertad de voto a sus respectivos parlamentarios. Como firmante de la iniciativa de la citada plataforma, me pregunto cuáles son los motivos para querer preservar la identidad del voto y cuáles los argumentos que hacen que los dos principales partidos no tomen postura en este caso. A menudo he oído decir que los toros no tienen nada que ver con la política. Como el fútbol. Sin comentarios. Solo una diferencia, la primera y fundamental: mientras el fútbol no para de crecer, el mundo de los toros es cada vez más residual.
Las razones por las que he tomado postura a favor de su prohibición son las mismas por las que lo hice a favor de la prohibición de la tortura, o del escarnio público, o del abuso de poder, llegado el caso. La imagen de un ser vivo convertido en objeto de entretenimiento mientras su sistema nervioso le va transmitiendo el dolor de las heridas gratuitas, rodeado por las gradas que aplauden a su verdugo, me subleva con toda la empatía que me transmite la víctima introducida en un mecanismo de tortura y agonía en el que su torturador es el único que puede salvarla. Como el César que tiene el derecho a dar y tomar la vida. Me parece totalmente anacrónico, y no tendré ningún argumento que pueda justificar esta aberración, cuando mis hijos me pregunten qué ha hecho esa pobre bestia para recibir un castigo tan humillante.
El toro ha sido la excepción de muchas prohibiciones, hasta el momento. Solo su silueta sigue observándonos por las carreteras de la casualmente llamada piel de toro, mientras todos los demás símbolos publicitarios fueron desterrados de nuestra vista en nombre de la seguridad vial. Solo él sigue muriendo en un espectáculo público en Catalunya, mientras el resto de animales ha sido desterrado de los circos en nombre de unos derechos que curiosamente no protegen ni al toro ni al caballo, los dos protagonistas de las corridas.
No es extraño que Gandhi, un hombre que fue timón y ejemplo de ese país y del mundo entero con su sentido incorruptible de la ética, dijera: «La evolución de una nación puede verse en el trato que reciben sus animales».
Esta misma semana el Parlament deberá pronunciarse en contra o a favor de la prohibición de las corridas de toros en Catalunya, gracias a la iniciativa legislativa popular (ILP) para la abolición de la tauromaquia, impulsada a través de la plataforma Prou. Pero el voto de los diputados será secreto, e incluso PSC y CiU han dado libertad de voto a sus respectivos parlamentarios. Como firmante de la iniciativa de la citada plataforma, me pregunto cuáles son los motivos para querer preservar la identidad del voto y cuáles los argumentos que hacen que los dos principales partidos no tomen postura en este caso. A menudo he oído decir que los toros no tienen nada que ver con la política. Como el fútbol. Sin comentarios. Solo una diferencia, la primera y fundamental: mientras el fútbol no para de crecer, el mundo de los toros es cada vez más residual.
Las razones por las que he tomado postura a favor de su prohibición son las mismas por las que lo hice a favor de la prohibición de la tortura, o del escarnio público, o del abuso de poder, llegado el caso. La imagen de un ser vivo convertido en objeto de entretenimiento mientras su sistema nervioso le va transmitiendo el dolor de las heridas gratuitas, rodeado por las gradas que aplauden a su verdugo, me subleva con toda la empatía que me transmite la víctima introducida en un mecanismo de tortura y agonía en el que su torturador es el único que puede salvarla. Como el César que tiene el derecho a dar y tomar la vida. Me parece totalmente anacrónico, y no tendré ningún argumento que pueda justificar esta aberración, cuando mis hijos me pregunten qué ha hecho esa pobre bestia para recibir un castigo tan humillante.
El toro ha sido la excepción de muchas prohibiciones, hasta el momento. Solo su silueta sigue observándonos por las carreteras de la casualmente llamada piel de toro, mientras todos los demás símbolos publicitarios fueron desterrados de nuestra vista en nombre de la seguridad vial. Solo él sigue muriendo en un espectáculo público en Catalunya, mientras el resto de animales ha sido desterrado de los circos en nombre de unos derechos que curiosamente no protegen ni al toro ni al caballo, los dos protagonistas de las corridas.
No es extraño que Gandhi, un hombre que fue timón y ejemplo de ese país y del mundo entero con su sentido incorruptible de la ética, dijera: «La evolución de una nación puede verse en el trato que reciben sus animales».
1 comentario:
Jo crec que si tenen dos dits de front ho acabaràn prohibint. No té ni caps ni peus aquesta "fiesta nacional". Ja saps el què penso d'aquest tema que em posa els pèls de punta i de molta mala llet.
Un petonàs Dani!
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